Era un  5 de diciembre de 2015,  cuando llegué a la que iba a ser mi nueva casa. Luego de un largo viaje, las casas eran bastante distinta a las que había en mi país natal, me sentía extraño, en un lugar que no conocía. Sin embargo, cuando llegué lo primero que vi fue un grupo de personas que me recibían con un puente de agua, formados y con un impecable traje que decía “bomberos”, además en la entrada de mi nuevo lugar decía “Bomba Pudahuel Sur”. Yo no entendía nada, no sabía porque tanta alegría al recibirme.

Con el correr de los días me hice amigo del europeo que estaba a mi lado, de más edad que yo, pero con la misma vitalidad y energía de la que yo tengo, fue él quien me comenzó a hacer entender dónde estaba; me llené de felicidad al saber que yo iba a servir como un carro, con el que estos muchachos iban a poder salir a salvar vidas y bienes -como lo repetían constantemente-. Él también me comentó las historias de cada uno de ellos, sobre todo de los chicos que dormían en una habitación a mi lado, guardianes nocturnos supe que se llamaban. Fueron largos días y noches las que compartimos en nuestra gran habitación, noches sin dormir donde el viejo europeo me comentaba sus anécdotas y hazañas con estos aguerridos muchachos y muchachas a bordo.

En un día muy caluroso y mientras el viejo me contaba una de sus hazañas suena el timbre, presurosos los chicos que estaban en el cuartel subían abordo mío, recorrimos un par de kilómetros y llegamos a un incendio, donde conocí otros carros como yo, pero ninguno de mi nacionalidad; trabajamos hasta el cansancio, y cuando mis fuerzas flaqueaban vi llegar a mi compañero, el viejo europeo y en poco tiempo me enseño un sin número de técnicas y mañas para que trabajara, como uno de los mejores, pero por sobre todo me enseñó a cuidar a las personas que me tripulaban día a día, mis queridos octavinos.

Sin embargo, luego de meses de compartir juntos el viejo europeo este comenzó a enfermarse y tuvo que ser llevado a médico, por mucho tiempo no sabía dónde estaba. Me sentía triste y veía la tristeza en mis muchachos, pero sabía que yo ahora debía ocupar su lugar en esta familia y no fallarles nunca. Así fue como comencé a vivir innumerables aventuras con los chicos que ya conocía y con unos jóvenes nuevos que llegaron a esta familia, igual de tímidos y desorientados que yo, cuando llegué, sin embargo, con el paso del tiempo se incorporaron a la familia como si estuvieran hace años aquí. A mí me dio mucha alegría conocer gente nueva porque tendría nuevos compañeros de aventuras.

También debo reconocer que no hago esto sólo, siempre están conmigo las personas que me ayudan y me guían a donde me necesiten, mis conductores. Uno vive con nuestra familia y el otro cada vez que puede viene para dejarme listo para el servicio.

Con mis conductores y bomberos he vivido grandes aventuras pero fue hasta hace poco tiempo cuando comencé a mostrar mi poderío: Lampa, Tiltil, Chicureo, Colina, Quilicura y por sobre todo mi querido Pudahuel, fueron testigos del arduo trabajo que realizaba en conjunto con mis muchachos; anduve por caminos de tierra, con pendiente ascendente y descendente, en cerros, cuestas y quebradas donde jamás pero jamás dejé, ni dejaré atrás mi familia, hemos escapado de las llamas donde no avancé ni un centímetro sin asegurarme de que los octavinos estuvieran conmigo y saliéramos juntos de allí.

Fue en uno de estos grandes llamados donde me encontré con mi viejo amigo europeo, ahora tiene otra familia, pero sigue haciendo lo que nos gusta hacer, ayudar a nuestros bomberos, a salvar vidas y bienes, con ellos entramos a los lugares donde todos escapan, donde sea que nos requieran siempre estaremos dispuestos a servir a quienes lo necesiten.

¡Espero que este sea un gran día para toda la familia octavina, diecinueve años llevan juntos y espero poder seguir acompañándolos en muchos más aniversarios, porque como los escucho decir, OCTAVA SIEMPRE!!!

¡Feliz aniversario familia!

Atte.
El Gringo